05 noviembre, 2009

Todo santos: Cuando los muertos traen a los vivos (Segunda parte)


El 2 de noviembre, entre rezos y lamentos se recoge la mesa, en trabajo coordinado que los hace ser más familia en torno al alma que los visita.

Recogido todo, se van al cementerio, allá se prepara una nueva mesa, muchas veces sobre la tumba misma y se espera a que los “reziris” (rezadores) vengan a rezar por el alma del difunto.

Un mesa armada sobre la tumba en el cementerio de Villa Ingenio. (El Alto, Bolivia)
Se aprecian todos los elementos mencionados.
Fuente Imagen: MUTAB

Los rezadores llegan y rezan, a cambio se les alcanza el pan horneado, las pasankallas (maíz tostado y endulzado), refresco, y también y si el caso amerita, un vaso de cerveza, especialmente a los adultos, más si son conocidos. Un plato de comida. Todo se ha traído para compartir, para el redistribuir.

Así también se ofrecen las cañas, aquellas que traídas desde las zonas cálidas de Yungas han servido en la mesa del difunto para significar la sombra que necesita el alma en su viaje y también es el apoyo que debería tener, como su bastón.

Todos los elementos son símbolos, todo tiene un significado, cada uno de éstos quiere decir algo importante, porque hace a la familia, al grupo, a la comunidad entera.

Este segundo día se da la despedida del alma, todos reunidos en el cementerio, también en los alrededores, es mucha la gente y no cabe en el campo santo, tampoco cabe la alegría por el encuentro es el momento propicio para saludarse y reconocerse para reestablecer los antiguos lazos de amistad y refrendar pertenencias e identidades.

Un grupo ameniza el baile, a las afueras del cementerio.
Se comparte comida y bebida. Villa Ingenio (El Alto, Bolivia)
Fuente Imagen: MUTAB

Son las almas las que propician el refuerzo del ser comunitario, todos se juntan , se valoran, se invitan, buscan acrecentar el prestigio, no en vano gastan más de cuatro y cinco quintales de harina “sólo para el pan del alma”; se busca el reconocimiento. Se baila al son de pinkillos o qinas, también con banda.

Todo el gasto se justifica, “todo sea por el alma”, y se recoge lo que ha quedado, bailando, cargando los implementos “de la rezada” se deja el campo santo.

Una vez más han recibido a las almas, se han mostrado “bien” en su vestido, en lo ofrecido y ellas seguramente han retornado contentas, seguras de “haber visto que están bien”.


La familia se reúne, se baila, se convive en torno al difunto.
Villa Ingenio (El Alto, Bolivia)
Fuente Imagen: MUTAB

El baile continúa, la ingesta de bebidas también. Hasta el año, son tres años que no se puede dejar de hacer rezar, y ¿el cuarto? “menos, pero, algo siempre hay que hacérselo rezar”.

Y nuevamente al cabo de un año, los objetos cotidianos se hacen símbolo en el tiempo extraordinario de Todo santos, se da el retorno, de vivos y muertos, y una vez más se refuerza el nosotros, el colectivo social que hace comunidad y reafirma su identidad.

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03 noviembre, 2009

Todo santos: Cuando los muertos traen a los vivos

La situación socioeconómica de las regiones rurales del departamento de la Paz, y su cercanía a la sede de gobierno ha hecho que los procesos migratorios sean muy intensos, familias enteras dejan sus tierras buscando un nuevo asentamiento.

Hasta hace unos años el mayor polo de atracción de los migrantes y no solo de las provincias del departamento de La Paz sino del país entero, era la ciudad sede de gobierno. Más tarde el centro de atracción se trasladó a la antigua zona de la ciudad de La Paz, y hoy ciudad, de El Alto, la ciudad con el mayor grado de crecimiento poblacional en el país.

Ciudad que cobija principalmente a los migrantes aymaras, de las provincias del departamento de La Paz, sin embargo hay que aceptar la presencia de pobladores provenientes de los distintos departamentos de Bolivia.

A El Alto llegan con todo, con sus creencias, sus ritos y sus mitos, el vínculo con los lugares de origen no se pierde, se mantienen los lazos con la tierra. Ahí han quedado los ancianos padres, también está ahí el ganado ovino, algunos toros y llamas, y las cosechas, que completan la economía del migrante y por supuesto están los muertos, los que los llevan de vuelta a la comunidad.

Todo Santos con nombre católico hace referencia a la gran celebración de los Andes, donde vivos y muertos se juntan y se hacen presentes en las comunidades.

Un puesto de t'ant'a wawas.
Fuente Imagen: MUTAB

Los últimos días de octubre se hacen muy agitados, es necesario encontrar “turno” para ocupar el horno público, es urgente hacer las t’ant’a wawas, bizcochuelos y demás “masitas”: rosquitas, escaleras, caballos y llamas, gatos y jukus, y cada uno con el cuidado de tener la efigie en colores que le identifique el rostro, no hay que olvidarse del achachi, el viejo que baila en la morenada, tampoco del niño y la cholita.

Efigies, en colores, para la elaboración de t'ant'a wawas.
Fuente Imagen: MUTAB

Todo esto podría comprase en el mercado de la ciudad, inclusive en la feria del pueblo, pero sería motivo de crítica. En “la rezada” dirían de los deudos “no le querían pues, por eso han comprado, no se lo han hecho”. En la feria solo se compran los tokuros, son cebollas florecidas, no sirven para la cocina pero si para llevar “agüita” para el viaje del alma, las cañas de azúcar y las flores.

Antes de terminar octubre, se amasa y se hornea, se alista la casa, se cocina, se barre y se limpia.

El primero de noviembre, a las 12 del día, está tendida la mesa para esperar a las almas; son los antepasados que vienen de visita a medio día. Se prenden las velas, se colocan los alimentos de su gusto y se destacan las t’ant’a wawas con las máscaras pintadas (representan a estas almas que visitan la casa).

Amigos, conocidos y vecinos, e inclusive gente que no conocía al muerto ni a los deudos, va a ver la mesa y a rezar por las almas. Por la tarde, se junta la familia, el alma cumple su objetivo: los convoca, los reúne y ellos comparten, entre comidas, cervezas y rezos rememoran al que no está, a los que no están, evocan tiempos mejores y refuerzan su ser familia, su ser grupo.


Una familia reunida, convocados por el alma, comparten y rezan.
Fuente Imagen: MUTAB

Ya en la noche, han llegado los hijos, tíos, sobrinos, de distintos lugares. Todos lucen sus mejores prendas, no en vano están todos para lucir para mirar y ser vistos; para apreciar y también para juzgar. Es cuestión de status y prestigio, es medir logros.

El día 2 de noviembre...próximamente, la segunda parte de este artículo