El 2 de noviembre, entre rezos y lamentos se recoge la mesa, en trabajo coordinado que los hace ser más familia en torno al alma que los visita.
Recogido todo, se van al cementerio, allá se prepara una nueva mesa, muchas veces sobre la tumba misma y se espera a que los “reziris” (rezadores) vengan a rezar por el alma del difunto.
Un mesa armada sobre la tumba en el cementerio de Villa Ingenio. (El Alto, Bolivia)
Se aprecian todos los elementos mencionados.
Fuente Imagen: MUTAB
Los rezadores llegan y rezan, a cambio se les alcanza el pan horneado, las pasankallas (maíz tostado y endulzado), refresco, y también y si el caso amerita, un vaso de cerveza, especialmente a los adultos, más si son conocidos. Un plato de comida. Todo se ha traído para compartir, para el redistribuir.
Así también se ofrecen las cañas, aquellas que traídas desde las zonas cálidas de Yungas han servido en la mesa del difunto para significar la sombra que necesita el alma en su viaje y también es el apoyo que debería tener, como su bastón.
Todos los elementos son símbolos, todo tiene un significado, cada uno de éstos quiere decir algo importante, porque hace a la familia, al grupo, a la comunidad entera.
Este segundo día se da la despedida del alma, todos reunidos en el cementerio, también en los alrededores, es mucha la gente y no cabe en el campo santo, tampoco cabe la alegría por el encuentro es el momento propicio para saludarse y reconocerse para reestablecer los antiguos lazos de amistad y refrendar pertenencias e identidades.
Un grupo ameniza el baile, a las afueras del cementerio.
Se comparte comida y bebida. Villa Ingenio (El Alto, Bolivia)
Fuente Imagen: MUTAB
Son las almas las que propician el refuerzo del ser comunitario, todos se juntan , se valoran, se invitan, buscan acrecentar el prestigio, no en vano gastan más de cuatro y cinco quintales de harina “sólo para el pan del alma”; se busca el reconocimiento. Se baila al son de pinkillos o qinas, también con banda.
Todo el gasto se justifica, “todo sea por el alma”, y se recoge lo que ha quedado, bailando, cargando los implementos “de la rezada” se deja el campo santo.
Una vez más han recibido a las almas, se han mostrado “bien” en su vestido, en lo ofrecido y ellas seguramente han retornado contentas, seguras de “haber visto que están bien”.
La familia se reúne, se baila, se convive en torno al difunto.
Villa Ingenio (El Alto, Bolivia)
Fuente Imagen: MUTAB
El baile continúa, la ingesta de bebidas también. Hasta el año, son tres años que no se puede dejar de hacer rezar, y ¿el cuarto? “menos, pero, algo siempre hay que hacérselo rezar”.
Y nuevamente al cabo de un año, los objetos cotidianos se hacen símbolo en el tiempo extraordinario de Todo santos, se da el retorno, de vivos y muertos, y una vez más se refuerza el nosotros, el colectivo social que hace comunidad y reafirma su identidad.
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